El autobús colorado

El autobús colorado.


¡Atchús!, vaya resfriado.
Con tanto barro
por el camino
pilló un catarro 
                                                   la mar de fino.                                                                                      


                                                                                           
Le da aspirinas,
el conductor,
con gasolina
para el motor.

Y una bufanda
de pura lana
a ver si anda
por la mañana.


Pero estornuda
y se hace un lío:
lo mismo suda
que tiene frío.


Lo lleva Elías
para el garaje;
en unos días
no habrá más viajes
El autobús colorado
prontito estará curado

"Mi maestra", poema de Carmen Gil



Mi maestra
-que es mía y es nuestra-
nos pone una muestra
con cinco vocales.

La a
Es gordita y tiene cola.
La trae a rastras la ola
y a veces camina sola.

La e
Con su frente inteligente;
es elegante y sonriente
y está siempre con la gente.

La i
Su puntito te hace un guiño.
Esta es la vocal del niño,
la ternura y el cariño.

La o
Redonda, monda y lironda,
se pasea por la ronda
con vestidito de blonda.

La u
Es la última del menú.
Tu tuurú tururú,
entera la tienes tú.

"Por una mirada", poema de Abel Guerrero


Fábula de la avispa ahogada

Fábula de la Avispa Ahogada

Autor: Aquiles Nazoa

La avispa aquel día, desde la mañana
como de costumbre, bravísima andaba.

El día era hermoso, la brisa liviana;
cubierta la tierra, de flores estaba
y mil pajaritos los aires cruzaban.

Pero a nuestra avispa - nuestra avispa brava -
nada le atraía, no veía nada
por ir como iba, comida de rabia.
"Adiós", le dijeron unas rosas blancas,
y ella ni siquiera se volvió a mirarlas
por ir abstraída, torva, ensimismada,
con la furia sorda que la devoraba.

"Buen día" le dijo, la abeja, su hermana,
y ella que de furia, casi reventaba,
por toda respuesta, le echó una roncada
que a la pobre abeja, dejó anonadada.

Ciega como iba, la avispa de rabia,
repentinamente, como en una trampa,
se encontró metida, dentro de una casa.

Echando mil pestes, al verse encerrada,
en vez de ponerse, serena y con calma
a buscar por donde, salir de la estancia,
¿sabéis lo que hizo?
¡Se puso más brava!

Se puso en los vidrios, a dar cabezadas,
sin ver en su furia, que a corta distancia
ventanas y puertas, abiertas estaban;
y como en la ira, que la dominaba
casi no veía, por donde volaba
en una embestida, que dió de la rabia
cayó nuestra avispa, en un vaso de agua.
¡Un vaso pequeño, menor que una cuarta
donde hasta un mosquito, nadando se salva!

Pero nuestra avispa, nuestra avispa brava,
más brava se puso, al verse mojada,
y en vez de ocuparse, la muy insensata,
de ganar la orilla, batiendo las alas
se puso a echar pestes y a tirar picadas
y a lanzar conjuros, y a emitir mentadas,
y así, poco a poco, fue quedando exhausta
hasta que furiosa, pero emparamada,
terminó la avispa
por morir ahogada.

Tal como la avispa, que cuenta esta fábula,
el mundo está lleno, de personas bravas,
que infunden respeto, por su mala cara,
que se hacen famosas, debido a sus rabias
y al final se ahogan, en un vaso de agua.

LA PIÑATA DEL SAPO un cuento en verso de Rosario Anzola

La piñata del sapo

Tocan, tocan, a la puerta,
abran, abran, ¿quién será?,
vengo a la piñata
del sapo Croá Croá.


Entra Don Cochino
vestido de chino,
con unas sandalias
marrón capuchino.
Entra la Gallina
-que es una sifrina-
y no quiere nada
con plancha o cocina.


Entra Don Chigüire
no quiere que miren,
lo que trae escondido
dentro del mapire.
Entra Doña Danta
con olor que espanta,
como tiene frío
se puso una manta.


Entra Don Carrao
que no anda rascao,
aunque si camina
se va pa los laos.
Doña Paraulata
que a todos delata,
entra alborotando
con su perorata.


Don Alcaraván
acaba de entrar,
anunciando a todos
que quiere cantar.
Doña Cachicama
que es toda una dama,
entra con sombrero
de flores y ramas.


Ya los invitados
que en el patio están,
pero no aparece
el sapo Croá Croá.
Inventaron rifas
juegos y carreras,
e hicieron la fiesta
de todas maneras.


Entra el Señor Sapo,
también Doña Rana
y con mucha pena
a todos aclaran:
"vuélvanse a sus casas
con todo y sus ganas,
porque la piñata
es para mañana".


Tocan, tocan, a la puerta,
abran, abran, ¿quién será?
hoy no es la piñata
del sapo Croá Croá.

Autora: Rosario Anzola
(Al son del ratón y otras canciones. Monte Ávila Editores)

Poema de David Figueroa

La iguana


La iguana tiene
un gran secreto
y es que el iguano
le robó un beso.


La iguana sueña
en la enramada
con su secreto
de enamorada.


La iguana canta,
después suspira
y el iguano
¡cómo la mira!

Los dos juntitos
van a pasear
del monte al río
del río al mar.


Autor: David Figueroa
(Poemas Patacaliente. Fundación Cultural Barinas)

Nuevas promotoras de lectura literaria

El Pedagógico de Maturín impulsa la promoción de la lectura literaria

La literatura infantil, como cátedra formativa, ha sido una herramienta valiosa para la promoción de los primeros lectores, desde aquí se aupa la revisión de los criterios de selección de textos, para luego ser promovidos tanto en niños como en jóvenes. 
He aquí una muestra del trabajo que desde las aulas del Pedagógico de Maturín se lleva a cabo, para ser ejecutado luego en los diferentes espacios escolares.
Promotora: Elizabeth Morin
Instituto: "Santa Elena"
Texto Promovido: Rosaura en bicicleta
 Autor: Daniel Barbot


Promotora: María Romero
Texto promovido: Mumu la vaquita cantora
Autora: Mónica Esparza


Promotora: Yajaira Villafranca
Instituto: E.B. "Teresa Carreño" (La Toscana)
Texto promovido: Sapo enamorado
Autor: Max Velthuijs


Promotora: Jéssica García
Texto promovido: Lito el sapo vanidoso


Obra de teatro El Nietecito de Jacinto Benavente

EL NIETECITO
de JACINTO BENAVENTE

Estrenada en el Teatro del Príncipe Alfonso el 27 de Enero de 1910.
(Comedia en un acto inspirada en un cuento de los hermanos Grimm).

PERSONAJES

MARTINA
JUAN
EL ABUELO
EL Tío SATURIO
EL NIETO
EL NIETECITO


ACTO ÚNICO
Casa pobre.


ESCENA P R I M E R A

MARTINA y JUAN
MARTINA: Te digo que no hay paciencia...
JUAN: Pero, mujer... ¿Y qué quieres que yo le haga? Es mi padre...
MARTINA: ¡Tu padre! ¡Tu padre I Razón para que no anduviera murmurando de mí por todo el pueblo. Ayer tuve una muy gorda en el arroyo con la Patro, la de Matías el sordo..., hoy he tenido otra en la Plaza con la del tío Piporro... Y es tu padre, que va diciendo por ahí que aquí le tratamos como a un perro, después de haberle gastado la hacienda... ¡Buena cuenta hubiera él dado de todo! Ya veíamos el paso que llevaba... Si nosotros no nos hubiéramos hecho el cargo... y de mí, ¿qué motivos tiene para que jarse...? El es quien me trata como a una cualquier cosa, y siempre está gruñendo por todo... Yo, ¿en qué le falto? Dilo tú... ¿Le falto yo en algo a tu padre? Dilo, hombre...Que parece que le quieres dar la razón todavía... Esto me faltaba... Seré yo la que está demás en esta casa... ¡No es eso!
JUAN: ¡Calla, mujer! Si yo no digo nada... Lo que te digo, es que a las personas en llegando a cierta edad hay que dispensarlas más de cuatro cosas. Padre va para los ochenta... Pero él quiere hacerse la ilusión de que todavía puede valerse y de que es muy nuevo... Y como está hecho a mandar siempre en todos y a que todos le obedezcamos, no se hace a verse arrinconado...
MARTINA: Para lo que le conviene ya sabe valerse, ya. En casa, mucho lloriquear y mucho quejarse de achaques...; pero para andar por ahí de corro en corro á despellejarnos, bien terne está. Ahora mismo estará en la sola na con todos los holgazanes, y cuchareteras del pueblo, contándoles si le damos de comer en un rincón y si duerme en el suelo sobre un montón de paja... Como si estuviera para dormir en una cama... para caerse como la otra noche y que nos dé un susto, ni se le pudiera poner á la mesa, para romperlo todo, que me ha dejado sin platos y sin vasos... Hasta la cazuela de barro me ha roto esta mañana... Así es que le tengo esta escudilla de madera para que coma...
JUAN: ¡Mujer! ¡La del perro!
MARTINA: La he fregao muy bien... Nos dejaría sin cazuelas... Está too temblón... Y que yo creo que lo bace adrede pa desesperarme.
JUAN: ¡Mujer! Eso no.
MARTINA: Todos los viejos tienen muy mala intención... Y tu padre la ha tenido siempre conmigo; pa ver que tú y yo tengamos cuestiones. Se goza en eso.
JUAN: ¡Mujer!
MARTINA: Mira ande viene Antolíu... Se lleva el chico pa que le oiga hablar mal de nosotros... A bien que me lo cuenta too...

ESCENA II

Dichos, EL ABUELO, EL NIETO
ABUELO: No corras, demonio... Me trae a la rastra. . . Condenao de chico. , .
NIETO: Pa qué está usté tan viejo...
ABUELO: ¡A ver si te doy! ¿Es este el respeto que tieés a tu abuelo! Por supuesto, así te enseñan. No tienes tú la culpa, no.
MARTINA: Eso, eso. Soliviante usté también al chico.
ABUELO: ¿Os parece decente cómo me trata! Delante de todos me ha levantao la mano.
JUAN: ¡Antolín!
ABUELO: Si uno de mis hijos se hubiera atrevió a tanto con mi padre..., la mano le corto...Ya lo creo.
MARTINA: Gomo vuelvas a ir con el abuelo a parte ninguna... ¿Qué te tengo dicho? NIETO: Si es él el que quiere llevarme siempre consigo... y no quiere que me aparte de su lao... y yo me canso... no quiere más que estar sentao.
ABUELO: Y él no quiere más que hacer barrabasadas... Con todos tiene que meterse... Anda, anda, que buena crianza te están dando. Ya verás cuando tengas que ir a servir a un amo o a servir al rey, ya aprenderás, ya...
NIETO: ¡Ay, madre!
MARTINA: ¿Qué te pasa?
NIETO: Que el abuelo siempre me está diciendo que me van a pesar mucho cuando sea grande.
MARTINA: No sabe más que atemorizar al muchachito. ¡Se goza en eso!
ABUELO: Le digo lo que tié que pasar, pa que lo sepa, que no es hijo de rico.
MAETINA: Pasará lo que pasamos tos...; pero no sé qué saca usté con decírselo. Calla, mi rey...Que el abuelo no sabe lo que se dice...
ABUELO: Así, así... pa que me respete... Anda, pégame, hijo... pa dar gusto a tu madre... que quisiera verme muerto...
JUAN: Vamos, padre,
ABUELO: Y hace bien. Si mi hijo se lo consiente... Pa que tu madre, que en gloria esté, delante de mí le hubiera faltao a mi madre, que Dios perdone... Pué que del primer zurrío...
MARTINA: Los viejos no se acuerdan ustedes de tiaa. Siempre creen ustedes que en su tiempo oran otras cosas.
ABUELO: En mi tiempo había más respeto a los padres y más temor de Dios.
MARTINA: Tampoco los viejos serían tan casquivanos, ni querrían presumir de mozos.
ABUELO: Mi padre murió de noventa años, y, mientras vivió, en nuestra casa no se oyó más voz que la suya...
MARTINA: Claro está. Como que le dejaron ustedes solo y así murió, con el perro al lao por toda compañía...
ABUELO: ¡Mientes, deslenguada, mientes!
MARTINA: El deslenguado y el escandaloso es usted, que nos anda desacreditando con too el pueblo... A mí y a su hijo...
ABUELO: Lo que hago es no decirle a nadie lo que yo paso... cuando tóos mo dicen que no debiera pasar por ello.
MARTINA: Los que quisieran gobernar en la casa de uno, como si en la del que más y el que me nos no hubiera que poner orden...
JUAN: Bueno. ¿Queréis dejarlo ya"! Calla tú, y usté, padre... Vamos a comer, que es la hora...
MARTINA:Too está listo.
JUAN: Pues a comer.
ABUELO: Yo, a mi rincón.
MARTINA: Aquí tié usté.
NIETO: La cazuela del perro.
MARTINA: ¿Te pues callar, condenao
ABUELO: Esta no se rompe; ya pues estar tranquila.
MARTINA: Así nos quitamos de disgustos. ¿No te gusta?
JUAN: Es que no tengo gana. Almorcé mucho.
NIETO: Póngame usté más, madre.
MARTINA: Toma... ¿Lo ve usté? Si hubiera sío de barro... Luego dirán...
ABUELO: Es que hoy estoy más temblón que nunca... No sé qué tengo...
MARTINA: ¿Qué ha de tener usté? Lo que tendremos todos si Dios no se acuerda antes de nosotros. . Años...
ABUELO: Años y penas... que es lo mismo, cuando a la vejez no hay el consuelo de los hijos...
MARTINA: Quéjese usted. 'Quiere usted más?
ABUELO: No... no quiero más... Toma... no se caiga otra vez...
JUAN: ¡Ea!..., yo voy pa la herrería, que dejé un piro a afilar...
MARTINA: ¿No quieres la ensalada?
JUAN: No.
MARTINA: No has comió nada. ¿Qué tienes?
JUAN: ¿Qué he de tener? (Sale.)
MARTINA: ¿Qué ha de tener? Que usté ha de desazonarnos a todos...
ABUELO: Yo tenía que ser... ¡Ay, si los hombres supieran ser hombres! Cría hijos con las fatigas del mundo, pa que cualquier mujer los gobierne luego... que le pegarían a uno, si ella se lo mandaran...
MARTINA: Así me paga usté más de cuatro cuestiones que yo le evito con su hijo. A usté hay que dejarle...
ABUELO: Más dejao que estoy...
NIETO: Déme usté otro cacho de pan, madre.
MARTINA: Toma... Y ahí te dejo con el abuelo... A ver si no tenemos pelea...
NIETO: Yo voy con usté, madre...
MARTINA: Que no vienes..., que voy a llegarme a casa de una vecina que está muy mala... y no hace falta chicos...
NIETO: Yo no me quedo con el abuelo.
MARTINA: ¡Mira que te doy!
NIETO: Ya le diré a padre que me ha pegao usté por culpa del abuelo.
ABUELO: Sí, sí... Contra mí todos... Toda mi sangre…
MARTINA: Ahí se queda usté. (Sale.)

ESCENA III

EL ABUELO, EL NIETO

ABUELO: ¿No me das un cacho de pan?
NIETO: Si usté ya ha comió.
ABUELO: Anda, anda, que era por probarte la voluntad... y por si podía comer en esta casa un cacho de pan que no fuera amargo...
NIETO: Que no me haga usté miedos, abuelo.
ABUELO: ¿Yo...? ¡Pobre de mí! (Asoma a la puerta el tío Saturio. Sale el Nieto.)

ESCENA IV

EL ABUELO, EL TÍO SATIRIO

SATURIO: La paz de Dios, Ave María...
ABUELO: Sin pecado... ¡Ali! Que eres tú, Saturio
SATURIO: Yo mesmo,
ABUELO: ¿De ande vienes?
SATURIO: De ande mismo siempre... ¡Que! ¿No está la Martina !
ABUELO: Mismo ahora salió... ¿Cómo te pinta?
SATURIO: Viviendo vamos... ¿Y usté?
ABUELO: No tan bien como tú. Que tú al fin y a la postre... te bandeas solo…
SATURIO: ¡Tan solo!
ABUELO: ¿Supiste de tus hijos?
SATURIO: De ninguno de ellos sé, va pa tres años... ¡siete hijos escarriados por el mundo! De alguno sé que vive muy regularcitamente… Le escribí por si en algo quería valerme...
ABUELO: Y no tuviste respuesta... ¡Y tus hijas?
SATURIO: Esas son peores... que aún tienen valor para pedirme a mí... sabiendo cómo vivo, de las buenas almas... que van faltando más cada día...
ABUELO: Ese es el consuelo... Que a mí aun me dolería más bailar caridad en los extraños, cuando no la tienen mis hijos... No habiéndola en parte denguna, señal será que no la hay en el mundo...
SATURIO: Mala cosa es llegar a viejo; pero nunca creí recibir este pago.
ABUELO: ¿De los hijos, dices? No esperes otro. Muchias veces de mozuelos... andábamos a nidos y nos traíamos pa casa las nidadas de pájaros... y los poníamos en jaulas..., y era de ver cómo los padres venían de muy lejos para dar de comer a sus hijos... y no les asustaban nuestras voces ni nuestros cantazos... Pero una vez que cazamos a los padres y dejamos en el nido a los hijos que ya volaban..., denguno vino a ver a los padres... Entonces no tenía uno capacidá… Pero bien había que aprender..., bien...Que si en el mundo tuviera que ser que los hijos fueran los que cuidaran a los padres, y no los padres a los hijos, ya se hubiera acabao el mundo, tío Saturio...
SATURIO: ¡Qué razón tié usté! Yaya... conservarse, que cuando Dios no se acuerda de nosotros, por algo será... Luego daré la vuelta por si tién voluntad de dejarme algo... que usté ya sé que no puede...
ABUELO: ¿Qué voy a darte yo? Que te mires en mí, que peor que tú lo paso... en casa de mis hijos...
SATURIO: Con Dios, abuelo.
ABUELO: Anda con Dios, Saturio...

ESCENA ULTIMA

EL ABUELO, MARTINA y JUAN; luego EL NIETO
JUAN: Entra pa casa y no me sofoques...
MARTINA: Pero, ¿no lo ves tú? ¿No lo estás viendo? ¡Que en todas partes tengan que decirme algo por la culpa de tu padre...!
JUAN: Si no fueras ande no te llaman...
MARTINA: ¿Qué le ha ido usté contando a la de Críspulo?
ABUELO: Yo, na. ¿Tú crees que no se sabe too en el pueblo? Yo nada digo, no por ti, por mi hijo... que más vergüenza pasaría yo de contarlo que vosotros de liacerlo y él de consentirlo...
MARTINA: Pero, ¿tú, oyes...?
JUAN: Calla, que...

(Entra el Nieto con unos pedazos de madera, un martillo y clavos.)

NIETO: Padre... Déme usté unos clavos pa apañar esto.
JUAN: Déjame ahora... ¿Qué andas haciendo ahí?
NIETO: Esto...
JUAN: ¿Qué es eso?
NIETO: Una escudilla como la del perro...
JUAN: ¿Eh? ¿Y quién te ha mandao a ti...? ¿Pa qué haces eso?
NIETO: Pa daros de comer cuando seáis viejos como el abuelo...
ABUELO: ¡Ah! ¡Los hijos!
JUAN: ¿Eh? ¿Qué dice este hijo?
MARTINA: ¡Jesús!
JUAN: Ya lo oyes...
MARTINA: ¡Señor!
JUAN: Nos está mereció, nos está merecío... Ven acá... ¡Padre! ¡Perdóneme usté, perdóneme usté!
MARTINA: sí, señor. ¡Perdónenos usté!
ABUELO: Ya lo veis..., ya lo veis... Todo se pasa. Hijo eres, padre serás; cual hiciste, tal tendrás. . .
JUAN: Ven a pedir perdón al abuelo y a quererle mucho y a respetarle mucho... como yo...
ABUELO: Como tú me respetes, eso es..., no como tú le digas...
MARTINA: Se sentará usted a la mesa... aunque lo rompa usté too, y tendrá usté su buena cama; y tú... ya estás tirando eso...
JUAN: No... Aquí siempre..., siempre delante... como en un altar...
NIETO: Yo no creí hacer mal alguno.
ABUELO: No, hijo mío..., al contrario... Mucho bien, mucho bien has hecho... Ven que te dé un beso. Ahora sí, ahora eres mi nietecito...
¡Bendito seas!


TELÓN

Un cuento de Armado José Sequera

Media hora de infelicidad diaria

La tía Marcia sonríe durante casi todo el día.
Nada más no lo hace entre las dos y las dos y media de la tarde, cuando se encierra en su cuarto y se enoja y se preocupa por todo lo malo que le esté pasando a ella, a la familia y a todo el mundo.
Eso sí, apenas pasan esos treinta minutos vuelve a estar alegre y sonriente porque, según dice, con media hora diaria de infelicidad basta.


Armando José Sequera ( Pequeña Sirenita Nocturna, EDITORIAL ISABEL DE LOS RIOS, 1997)

Juego de habilidad verbal para reforzar la memoria



Subiendo la montaña
(Juego de habilidad verbal para reforzar la memoria
y el aprendizade por asociación)



Subiendo la montaña,
una pulga me picó,                                          
la agarré por las orejas,
pero igual se me escapó.
le pegué un garrotazo,
y un mordisco me metió:
¡me dan ganas de llorar!.

Subiendo la montaña,
una pulga me picó,
la agarré por las orejas,
pero igual se me escapó.
le pegué un garrotazo,
y un mordisco me metió:
¡me dan ganas de ...!      (gesto de llorar)

Subiendo la montaña,
una pulga me picó,
la agarré por las orejas,
pero igual se me escapó.
le pegué un garrotazo,
y un mordisco me ...      (gesto de pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!      (gesto de llorar)

Subiendo la montaña,
una pulga me picó,
la agarré por las orejas,
pero igual se me escapó.
le pegué un garrotazo,
y un ... me ...                 (gesto de morderse la mano y pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!      (gesto de llorar)

Subiendo la montaña,
una pulga me picó,
la agarré por las orejas,
pero igual se me escapó.
le pegué un ...,               (gesto de dar un garrotazo)
y un ... me ...                 (gesto de morderse la mano y pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!      (gesto de llorar)

Subiendo la montaña,
una pulga me picó,
la agarré por las orejas,
pero igual se me escapó.
le ... un ...,                     (gesto de dar un garrotazo)
y un ... me ...                 (gesto de morderse la mano y pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!.     (gesto de llorar)

Subiendo la montaña,
una pulga me picó,
la agarré por las orejas,
pero igual se me ....        (gesto de correr)
le ... un ...,                     (gesto de dar un garrotazo)
y un ... me ...                 (gesto de morderse la mano y pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!.     (gesto de llorar)

Subiendo la montaña,
una pulga me picó,
la agarré por las ...,        (agarrarse las orejas)
pero igual se me ...        (gesto de correr)
le ... un ...,                    (gesto de dar un garrotazo)
y un ... me ...:                (gesto de morderse la mano y pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!     (gesto de llorar)

Subiendo la montaña,
una pulga me ...,            (agarrarse la boca)
la agarré por las ...,        (agarrarse las orejas)
pero igual se me ....        (gesto de correr)
le ... un ...,                     (gesto de dar un garrotazo)
y un ... me ...                 (gesto de morderse la mano y pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!      (gesto de llorar)

Subiendo la montaña,
una ... me ...,                 (señalar algo pequeño y tocarse la boca)
la agarré por las ...,        (agarrarse las orejas)
pero igual se me ....        (gesto de correr)
le ... un ...,                     (gesto de dar un garrotazo)
y un ... me ...                 (gesto de morderse la mano y pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!      (gesto de llorar)

Subiendo la ...,               (dibujar una montaña con la mano)
una ... me ...,                  (señalar algo pequeño y tocarse la boca)
la agarré por las ...,         (agarrarse las orejas)
pero igual se me ....         (gesto de correr)
le ... un ...,                      (gesto de dar un garrotazo)
y un ... me ...                  (gesto de morderse la mano y pegar con el puño)
¡me dan ganas de ...!.      (gesto de llorar)


(Si canto, Josefina Urdaneta, Monte Ávila Editores)

Adivinanzas

¡ADIVINA ADIVINADOR!

                                           Unas regaderas
más grandes que el sol
con que riega los campos
Dios Nuestro Señor.
(sebun sal)

En alto vive
en alto mora
teje que teje
la tejedora
                                               (añara al)   
Tengo la misma vocal
y la tengo cuatro veces
soy un animal discreto
  que come mucho y no crece
                                        (ataparrag al)


LLevo mi casa al hombro
camino sin una pata
y voy marcando mi huella
  con un hilito de plata.
(locarac el)


Niño campesino

NIÑO CAMPESINO


La choza enclenque y parda lo acunaba en su puerta
con el orgullo ingenuo de las ramas torcidas
que tremolan al viento la flor que les nació..

Era un niño terroso que miraba el barranco.

Era un niño harapiento

con los ojos inmutables del indio

y los rasgos ariscos del negro.

Uno cualquiera de los cien mil niños
que nacen en las chozas marchitas de mi tierra..
Yo me detuve ante la puerta
y el niño de la choza
arrancó su mirada impasible del barranco
para fijarla en mi..

Yo le dije:

--¿Estás solo?

Y el habló con la voz candenciosa del indio:

--Las flores del barranco son amigas..

(Era un niño poeta.
Yo lo había presentido en los ojos profundos.).

--¿Pero no tienes miedo?

Y él habló con la voz jactanciosa del negro:

--Yo soy el macho, ¿sabe?
Mi hermanita se jué con mamá a cortar leña..

(Era un niño valiente
Yo lo había presentido en los rasgos audaces.).

Despues le hablé del palpitar del río,
del verde hecho ternura en la hondonada
y del verde bravío de la montaña.
Él me dijo que amaba el sonido del viento
y el azul valeroso de los cielos desnudos
y el canto y el plumaje de los pájaros..

(Era un niño pintor,
o músico,
o poeta.).

Sirviome agua de la tinaja grande
y cuando me marchaba
me tendió la sonrisa fraterna de los negros..

Y se quedó mirando su paisaje
y aferrado a su choza
como la flor al árbol..

Yo descendí la cuesta
desbandando mi palomar de angustias
por los niños poetas,
por los niños pintores,
por los niños artistas
que nacen en las chozas marchitas de mi tierra
y se quedan mirando los barrancos
para toda la vida.

Por la obra que nunca ha de nacer
porque están en el mundo con las manos cortadas
esos niños terrosos de las chozas marchitas.

Miguel Otero Silva

Gato embotado y enamorado

Gato
embotado y enamorado

El gato con botas
perdió su sombrero,
ya no tiene espada
ni blanco pañuelo.

El gato con botas
está enamorado
de una gata blanca
que vio en el tejado.

No encuentra reposo
ni caza ratones,
descuidó su aspecto
y sus pantalones.

Anda por el monte
triste y compungido
pregunta a las flores:
¿Seré el elegido?
Como no ha comido
hace varios días,
parece de un gato
su radiografía.
Por fin, decidido
va en busca del rey
para que los case
siguiendo la ley.

Y dice el monarca
que es justo y sencillo
¿Dónde está la gata,
en dónde el anillo?

Allí en el tejado
la he visto, señor,
más no sé su nombre,
sólo su color.
En toda la aldea
se pegan carteles.

¡Quien traiga la gata
tendrá mil pasteles!

Y se dan las señas
que el gato recuerda:
Ojos de lucero,
dienticos de perla.

Pero nunca nadie
la gatita halló
porque en el tejado
lo que el gato vio
fue un rayo de luna
pálido y plateado
que sobre los techos
se quedó enredado.


Autora: Silvia Dioverti
(Monte Ávila Editores)

EL REY MOCHO



En un pequeño pueblo vivía un rey a quien le faltaba una oreja.

Pero nadie lo sabía porque siempre tenía puesta su larga peluca de rizos negros.
La única persona que conocía su secreto era el viejo barbero de palacio que debía cortarle el cabello una vez al mes. Entonces, se encerraba con él en la torre más alta del castillo.

Un día el viejo barbero se enfermó. Dos semanas después murió y el rey no tenía quien le cortara el cabello. Pasaron dos, tres días; dos, tres semanas, y ya las greñas comenzaban a asomar por debajo de la peluca.
El rey comprendió, entonces, que debía buscar un nuevo barbero. Bajó a la plaza en día de mercado y pegó un cartel en el tarantín donde vendían los mangos más sabrosos.
Y el cartel decía: EL REY BUSCA BARBERO JOVEN, HÁBIL Y DISCRETO.
Esa noche llegó al palacio un joven barbero.
Y cuando comenzó a cortar el pelo, descubrió que el rey era mocho de una oreja.
-Si lo cuentas,-dijo el rey con mucha seriedad-, te mando a matar.
El nuevo barbero salió del palacio con ese gran secreto. “El rey es mocho” pensaba, “…y no puedo decírselo a nadie. Es un secreto entre el rey y yo”.
Pero no podía dejar de pensar en el secreto y tenía ganas de contárselo a todos sus amigos.
Cuando sintió que el secreto ya iba a estallarle por dentro, corrió a la montaña y abrió un hueco en la tierra. Metió la cabeza y gritó durísimo:
¡EL REY ES MOCHO!
Tapó el hueco con tierra y así enterró el secreto. Por fin se sintió tranquilo y bajó al pueblo.
Pasó el tiempo y en ese lugar creció una linda mata de caña.
Un muchacho que cuidaba cabras pasó por allí y cortó una caña para hacerse una flauta.
Cuando estuvo lista la sopló y la flauta cantó:
El rey es mocho no tiene oreja por eso usa peluca vieja.
El muchacho estaba feliz con esta flauta que cantaba con solo soplarla.
Cortó varias cañas, preparó otras flautas y bajó al pueblo a venderlas. Cada flauta al soplarla cantaba:
El rey es mocho no tiene oreja por eso usa peluca vieja.
Y todo el pueblo se enteró de que al rey le faltaba una oreja.
El rey se puso muy muy rojo y muy muy bravo.
Subió a la torre del castillo y se encerró largo rato.
Pensó, pensó, pensó...
Luego bajó, se quitó la peluca y dijo:
-La verdad es que las pelucas dan mucho calor.
Y solo se la volvió a poner en carnaval.

Autora: Carmen Berenguer
(Ed. Ekaré)

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